

Ubicada frente a las costas de Triabunna, en la hermosa isla australiana de Tasmania, se encuentra una granja de 1.800 hectáreas que ha enfocado su especialización en la Cultura asparagopsis . Este tipo de alga marina se ha convertido en una solución innovadora para reducir el metano que produce el ganado, lo cual, a su vez, juega un papel importante en la lucha contra el Cambio climático .
De acuerdo con el investigador Fran Cowley, más de cuarenta estudios científicos han documentado y respaldado los beneficios de esta alga en particular.
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Las algas rojas, abundantes en la costa de Tasmania, se están utilizando como un complemento alimenticio, agregándose al forraje o al grano, y han demostrado ser efectivas en la reducción del metano emitido por el ganado y la flatulencia de los rumiantes.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que, debido a su proceso digestivo, los rumiantes generan aproximadamente un tercio de todas las emisiones de metano, que es el segundo gas de efecto invernadero más influyente en el calentamiento global que estamos experimentando actualmente.
Estos son los tanques utilizados para analizar la reacción de algas a diferentes condiciones. (Foto: AFP)
Los investigadores evalúan la reacción de algas a diferentes condiciones en la sede de Sea Forest en Triabunna, Tasmania. (Foto: AFP)
«Si se emplea una medición adecuada de la inhibición del metano, la asparagopsis podría suprimir hasta un 95% de la producción de metano en los animales que la consumen», afirma Cowley, quien ocupa un puesto de profesor en la Escuela de Ciencias Rurales y Ambientales de la Universidad de Nueva Inglaterra.
Se realizaron pruebas del método en instalaciones dedicadas a la cría de ganado en Queensland (Australia). Tras un periodo de 200 días, se observó que las emisiones generadas por los animales se redujeron a la mitad en comparación con las mediciones previas cuando no se les proporcionaron suplementos, y estos resultados fueron publicados en agosto de 2024.
Cowley añade que el bromoformo presente en las algas afecta el sistema digestivo de los rumiantes, lo que contribuye a disminuir los eructos y la flatulencia. Lo más importante es que este compuesto no impacta negativamente en la salud del ganado, ni en la calidad de la carne o la leche producida.
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«Aunque el bromoformo puede ser cancerígeno, la cantidad administrada es muy baja y se disuelve completamente en el estómago, por lo que no hay acumulación en la leche o la carne, y tampoco se observa afectación en el sabor o la consistencia de estos productos», aclara el investigador.
Un nuevo campo de investigación
En Triabunna, Sam Elsom, director de Sea Forest, ha establecido una vasta granja marina dedicada a la producción de aditivos alimentarios a partir de algas, en diversas formas como aceites, gránulos y bloques para lamer.
El laboratorio se encuentra en la sede de la compañía en Triabunna, Tasmania. (Foto: AFP)
Tras pasar quince años en la industria textil, Elsom lanzó este proyecto en 2019 con la aspiración de convertirlo en «el catalizador para una agricultura sostenible, sin que implique un costo adicional para los agricultores o los consumidores».
Una fracción de la producción se realiza en mar abierto, mientras que la otra parte se lleva a cabo en tierra firme, en cuencas alimentadas con agua de mar. Esto ofrece un mejor control sobre la luz, los nutrientes y la disponibilidad de carbono.
Elsom ya se encuentra colaborando con Ashgrove, un reconocido productor de leche de Tasmania, además de la cadena de hamburguesas Grill, que está presente en toda Australia, y Morrisons, una cadena minorista con sede en el Reino Unido.
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«Adicionalmente, hemos mantenido conversaciones productivas con productores de lácteos en Francia, y estamos en proceso de solicitar la autorización para nuestros productos ante la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)», comenta Elsom.
Sin embargo, existen limitaciones en la implementación de esta innovadora solución.
«Actualmente, la regulación no ofrece incentivos ni restricciones para que los agricultores minimicen sus emisiones de metano, tanto en Australia como a nivel global», señala Fran Cowley.
«Además, el acceso a las algas sigue siendo bastante costoso. Necesitamos un alto valor agregado para que sea rentable, pero lamentablemente eso no se está logrando por ahora», lamenta Cowley.
A pesar de los desafíos, Cowley se mantiene optimista respecto al futuro: «Este es un campo de investigación relativamente nuevo que ha avanzado considerablemente en solo diez años, y tengo la esperanza de que en los próximos dos a cinco años se desarrollen nuevos productos basados en estos hallazgos».