Economía

“La principal carencia de Perú es política” – El boletin Peruano

El destacado economista chileno Andrés Velasco, decano de la Facultad de Políticas Públicas de The London School of Economics and Political Science (LSE), visitó nuestro país para participar en el Encuentro Regional de Desarrollo Credicorp. En la siguiente entrevista analiza el auge del populismo y sus efectos sobre la democracia y el bienestar. En diálogo con Perú21, advierte que el Perú enfrenta un riesgo mayor por su inestabilidad política, pese a su solidez fiscal y monetaria, y subraya que “la principal carencia del país no es económica, sino política”.

Un artículo suyo sostiene que más de un tercio de la humanidad vive bajo regímenes populistas. ¿El populismo tiene color político?

Hay un populismo económico y hay un populismo político. El populismo de hoy es más político que económico. Es un estilo de hacer política más que un conjunto de políticas económicas. Y es un estilo de hacer política muy particular que no tiene ideología, por lo tanto, hay populismo de derecha, como Trump, y populismo de izquierda, como Maduro. El hilo común es un estilo de hacer política que divide al mundo entre buenos y malos, y debilita la democracia, porque el componente clave de la democracia es el pluralismo.

Por lo tanto, este estilo de populismo tiende a socavar las bases de la democracia y lo hemos visto en Polonia, lo estamos viendo en Estados Unidos, lo hemos visto en México bajo López Obrador, lo hemos visto en la India con Modi, lo vimos en Brasil con Bolsonaro.

¿Cómo puede afectar a nuestros países el que se dé este populismo?
Nos puede afectar en muchísimas dimensiones. Primero, la democracia es un logro tremendo para nuestros países. Y más allá de las ventajas instrumentales que la democracia pueda tener en materia de estabilidad económica, la democracia tiene un valor intrínseco. Vivir en un país en el que uno pueda hablar sin temor a que termine en una zanja con una bala en la nuca es muy importante. Y la generación anterior de peruanos, de chilenos, de argentinos o de brasileños sufrió la vida bajo una dictadura, sufrió el temor y la represión, y a eso no hay que volver nunca más.

Si miras todos los países del mundo donde la gente vive de modo libre y próspero, todas, sin excepción, son democracias.

En términos de bienestar, ¿cómo el populismo nos afecta?

Indudablemente. Afecta el bienestar por varias vías. La primera es política. Cuando las instituciones políticas se debilitan, las reglas del juego se debilitan, la estabilidad se debilita, la capacidad de planificar se debilita. Imagínate tú cómo vas a poder invertir en un país en el que el nivel de los aranceles se cambia todos los días. Un día el presidente anuncia 100%, el día siguiente anuncia 50%, el día siguiente anuncia 0%, y tres semanas más tarde vuelve a ser otro porcentaje.

Segundo, sabemos que el crecimiento tiene que ver mucho con la innovación y la productividad. Ese es uno de los hallazgos del Premio Nobel de Economía que se otorgó hace dos semanas y que incluye a un colega mío de la LSE, Philippe Aghion, cuya contribución demuestra que los países crecen de modo sostenido cuando innovan. Y la innovación tiene mucho que ver con la libertad de pensamiento, la capacidad de atraer gente talentosa, las condiciones en las universidades para que la gente investigue. Y eso en Estados Unidos se está resintiendo.

El Consejo Fiscal ha advertido de leyes aprobadas por el Congreso en complicidad con el Ejecutivo que ponen en riesgo de sobreendeudamiento al Perú. ¿En qué tipo de populismo calza?

El fenómeno que tú me describes es económico, pero tiene un vínculo con el político, porque la esencia del populismo político es el cortoplacismo. Y lo que tú describes es un fenómeno de ceguera en el que se privilegia el beneficio hoy y se olvida el costo mañana, que es otra característica insigne del populismo.

Antes de hablar de lo fiscal, yo resaltaría otra política populista que se ha vuelto muy común en este país y que en un momento también infectó a mi país, Chile, que son los retiros de los fondos previsionales. Son una política estúpida, injusta y que atenta contra el bienestar de la gente que se va a jubilar y que no va a tener cómo hacerlo.

¿Qué opina sobre la gestión fiscal del Perú?

En lo fiscal, parto diciendo que en las últimas décadas Perú ha sido un ejemplo de buenas políticas fiscales. Los dos países que en América Latina tienen deuda sobre PBI por debajo de 50% son Perú y Chile. Y eso es una fortaleza que hay que mantener. No se trata de ser miope y decir que la única cifra aceptable es 35% de la deuda pública. Una buena política pública admite que la deuda sube durante la crisis siempre que baje durante los periodos de bonanza.

Este no es un momento de crisis. La economía internacional, más allá de las locuras de Trump, está más o menos sana. Entonces, este debería ser un momento en que, en vez de estarle añadiendo a la deuda pública, deberíamos moderarla, de modo que si viene otra crisis como la del COVID u otra crisis como la financiera internacional del 2008-2009, se mantenga el espacio fiscal. Perú tiene espacio fiscal, Chile tiene espacio fiscal, pero ese es un árbol al que hay que regar todos los días, hay que cuidarlo mucho porque si no se seca. La economía internacional hoy tiene una infinidad de frentes de los cuales podría salir un tremendo shock.

Hace poco varios políticos se hicieron llamar “liberales” para apoyar el retiro de fondos de las AFP y proponer que sea cada ciudadano el que decida sobre su ahorro de jubilación. ¿Es absurdo este argumento? 

Sí, es un argumento absurdo. Es un argumento ignorante, es un argumento falaz. Por lo siguiente: yo me considero liberal, pero jamás adoptaría ese argumento porque todo liberal entiende que hay una diferencia entre beneficios personales y beneficios colectivos. Y como los individuos no tomamos en cuenta los beneficios colectivos a la hora de ahorrar, o no tomamos en cuenta los costos colectivos a la hora de no ahorrar, las sociedades liberales le imponen ciertas obligaciones a la gente. Y una de esas obligaciones es un plan de ahorro no voluntario.

No hay país liberal en el mundo, Estados Unidos, Canadá, países europeos, Corea, Japón, que no tenga un plan de ahorro forzoso. Todos lo tienen. Por la misma razón que no le permitimos a la gente andar por una carretera a más de 120 kilómetros por hora. Y por la misma razón que le pedimos a la gente que use casco cuando conduce una motocicleta o que se ponga un cinturón de seguridad cuando conduce un auto. No me vengan a decir que eso son violaciones a la libertad.

El economista Roberto Chang señaló que, cuando empezó la pandemia, usted y él identificaron que los países que saldrían mejor parados serían Perú y Chile. Sin embargo, a Perú no le fue tan bien. ¿Qué ocurrió?

Creo que Perú tuvo una gran fortaleza y una gran debilidad. La gran fortaleza, precisamente la que estamos conversando, es que Perú al igual que Chile tenía una situación fiscal sólida, tenía acceso a los mercados mundiales de capital, tenía una deuda acotada y por lo tanto estaba dentro de sus posibilidades auxiliar a la población, ya sea gastando más en salud, comprando vacunas en el extranjero o haciendo transferencias en efectivo a la población.

Chile estaba en el mismo barco. Otros países como Argentina no lo estaban, Colombia estaba por ahí en el medio, pero muchos países en América Latina o en África sencillamente no pudieron hacer más porque no tenían el dinero. Perú tenía el dinero, Chile tenía el dinero. Pero eso es solo un requisito. Hay un segundo requisito que es capacidad estatal.

Entonces, ¿Perú no tuvo esa capacidad estatal?

En un libro que lanzamos la semana pasada en Washington, hablamos de los cinco pilares de una economía exitosa y uno de los cinco pilares es un Estado capaz como complemento de todo. ¿Qué hace un Estado capaz? En el caso del Perú, al menos dos cosas. La primera, llegar al último rincón del Perú con una vacuna.

El Perú gastó más como porcentaje del PBI que Chile en auxilio de las familias, cosa que estuvo muy bien. Pero a la hora de mirar el número de vacunas per cápita que se administraron, Chile avanzó muchísimo más rápido que el Perú. Y la culpa no es de las autoridades que estaban en el gobierno del Perú en ese momento. No me cabe ninguna duda que ellos hicieron lo mejor que se podía. Pero esto es una capacidad estatal que se construye a lo largo de las décadas. 

Chile tiene muchos problemas, pero tiene un servicio de salud que data de la década de 1950. Se fundó en la década de los 50 y aunque hay colas, hay demoras, hay muchos reclamos ciudadanos, pero viene inoculando gente y vacunando niños desde hace 70 años. Tiene la capacidad instalada para administrar vacunas. Y eso en el momento de una pandemia se nota e importa.

¿Qué es lo segundo que faltó a Perú?

Una segunda diferencia, creo yo, fue algo que conversábamos en este mismo encuentro, que es inclusión financiera. El gobierno de Chile tenía capacidad para hacerle pagos en efectivo a las personas de modo electrónico. El Perú está avanzando muy rápido en esa dirección, pero el porcentaje de la población que tiene una cuenta bancaria y a la que tú puedes transferirle con un click es menor. Y, por lo tanto, ¿qué pasó en el Perú? La gente iba al banco a hacer cola, salía con el dinero, pero también salía con el virus.

¿Cómo ve a Perú luego de la pandemia?

Yo creo que el Perú sigue manteniendo dos fortalezas que ha construido laboriosamente a lo largo de muchos años, que son la conducción fiscal prudente, al menos hasta el momento. Algunos dicen que eso podría cambiar. Y segundo, un banco central de lujo con un presidente de banco central de lujo. Y eso hay que cuidarlo. Es un árbol al que hay que regar todos los días porque, si no, se seca.

Pero hay un montón de otras cosas que tomar en cuenta. La principal carencia de este país no es económica, es política. Ya perdí la cuenta de cuántos presidentes ha tenido. Y, claramente, el sistema político no está operando. La fragmentación del Congreso es extrema, aunque no es exclusivamente peruana. La fragmentación política es un fenómeno de hoy. Mi país tenía cinco partidos políticos representados en el Congreso y ya tiene 22. Colombia tenía conservadores y liberales; hoy día también tiene una docena de partidos, al menos. Brasil tiene 44 partidos políticos legales. Pero bueno, mal de muchos, consuelo de tontos, diría mi abuela. Eso es obviamente una receta para la inestabilidad política y la inestabilidad económica.

¿Cómo cree que puede afectarnos la alta rotación de presidentes? 

Perú, hasta el momento, ha logrado un equilibrio muy peculiar, que es una economía razonablemente estable que va de la mano de una política que es muy inestable. Pero yo no me confiaría en que ese equilibrio se mantenga para siempre. Si hay algo que sabemos de la historia de la humanidad es que la estabilidad económica requiere estabilidad política.

Porque más allá de la tasa de interés o de la tasa de inflación, construir el tipo de institución estatal que conversábamos, que tenga la capacidad de bancarizar al país o que tenga la capacidad de vacunar al último ciudadano en la sierra o en la selva, eso requiere un país estable, requiere un sistema político estable, requiere una relación fiscal estable, para que tenga la capacidad de crear instituciones, de promover a los buenos, de remunerar adecuadamente a los servidores públicos, de elegir a los servidores públicos con criterios de eficiencia y de calidad profesional y no sencillamente con padrinazgos políticos. Y ahí creo que Perú sigue teniendo desafíos grandes.

En su ensayo hablaba de la necesidad de trabajar en la política de identidad. ¿Cómo podría ayudar esta, por ejemplo, a países como Perú?

Los seres humanos no nos movemos solo por razones puramente económicas. Yo quiero un político que haga crecer la economía y que ayude a que mi salario siga subiendo, pero también nos movemos por otro tipo de razones: votamos por los políticos en quienes confiamos, que nos parecen honestos, con quienes nos identificamos.

Cuando existen identidades compartidas en un país, cuando uno puede ser hincha de Universitario y el otro de Alianza Lima, pero más allá de las preferencias futbolísticas hay la sensación de que todos remamos hacia el mismo lado, de que hay un proyecto común, un propósito compartido, los países funcionan bien. Los sistemas políticos que prosperan son aquellos que generan ese tipo de identidades duraderas.

Son sistemas en los que, primero, más allá de quién gobierne, se respeta al Estado porque el Estado cumple su tarea. Y segundo, los partidos políticos generan sentido de pertenencia. Históricamente, un laborista británico o un socialdemócrata alemán no solo votaba por un partido: confiaba en él, porque ese partido encarnaba toda una cultura. En el caso del socialismo europeo, por ejemplo, existía una cultura obrera vinculada a un partido, a una forma de hacer las cosas, a un estilo de vida compartido. La gente iba al bar, tomaba cerveza, se reunía; en el caso alemán, por ejemplo. Ese tipo de vínculos le da estabilidad a los países y genera confianza.

Si observas los índices de confianza interpersonal y de confianza en el gobierno que se han desarrollado en los últimos años, América Latina está al final de la tabla. No tenemos confianza, precisamente, porque estos vínculos identitarios se han ido fracturando, y las redes sociales, entre otros factores, agudizan aún más esa fractura.

¿Por qué es importante este debate hoy? 

Porque los populistas son los reyes de la manipulación de las identidades. ¿Qué es el populismo? El populismo es, vuelvo a mi definición anterior, una manera de hacer política que dice: “Este es un peruano de verdad, el otro no lo es”. Y así genera división entre el ciudadano y el inmigrante, entre el rico y el pobre, entre quienes profesan una religión u otra, como ocurre en la India, por ejemplo. El populismo se nutre precisamente de la manipulación de esas divisiones identitarias.

Mira el caso de Israel, donde existe una gran confrontación entre ortodoxos y no ortodoxos. Los partidos ortodoxos, que responden a una lógica religiosa, son los que hoy tienen la llave del equilibrio parlamentario. O el caso de la India, donde el actual gobierno ha estimulado el nacionalismo hindú en desmedro del 20% de la población que es musulmana. También puedes observar cómo los políticos populistas de derecha aprovechan el tema de la inmigración. Evidentemente, la inmigración genera oportunidades, pero también plantea desafíos; sin embargo, eso no autoriza a incitar a la gente al prejuicio o al racismo.

Precisamente porque los políticos populistas manipulan la identidad, generan división y alimentan la hostilidad, es tan importante que los políticos no populistas, los sensatos, reformistas o centristas, llámalos como quieras, entiendan que deben crear otras identidades: inclusivas, democráticas, respetuosas y que no se nutran del prejuicio ni de la división. Eso es muy difícil, pero sin ello, la buena política se vuelve cuesta arriba.

 

Recibe tu Perú21 por correo electrónico o por WhatsApp. Suscríbete a nuestro periódico digital enriquecido. Aprovecha los descuentos aquí.   

VIDEO RECOMENDADO