

Pocas personas conocen tanto a Papa Leo XVI como Padre Fidel Purisaca Vigil. Él fue la mano derecha de Rober Prevost cuando ocupaba el cargo de obispo de la diócesis de Chiclayo y realizó un trabajo significativo en todos los distritos de la provincia como parte de su labor pastoral y comunitaria.
El Padre Purisaca compartió sus experiencias en una entrevista con Comercio en la sede de la diócesis de Chiclayo, donde se refirió a la profunda huella que dejó el obispo en la comunidad.
Padre Fidel Purisaca Vigil, Director de Comunicación de la Diócesis de Chiclayo. Foto: Joel Alonzo.
/-¿Qué legado dejó Robert Prevost como obispo de Chiclayo?
Robert Prevost ha dejado una huella muy profunda en la comunidad, algo que puede apreciarse a través de las palabras de los chiclayanos, ahora con el Papa Leo XIV. Desde su nombramiento como administrador apostólico de la diócesis el 3 de noviembre de 2014, Prevost se dedicó a reunir a los fieles, tanto laicos como consagrados, trascendiendo el mero ejercicio eclesiástico.
Su perspectiva pastoral siempre abogó por un gran respeto hacia las instituciones y las personas, facilitando así tareas de comunión y servicio comunitario.
Afirmo con convicción que el padre Robert fue un obispo extraordinario, cuyas acciones, aunque ordinarias, tenían un impacto notable.
–Has mencionado la cercanía del Papa con los demás, lo que me lleva a preguntarte sobre Robert Francis Prevost como el amigo personal que era para ti. ¿Qué recuerdos tienes de tus primeras interacciones con él?
Cuando fue nombrado administrador diocesano el 3 de noviembre de 2014, lo conocí tres días después de su llegada a Chiclayo. Me percaté de que consideraba a quienes formaban su equipo de trabajo como parte de su familia. Tuve el privilegio de compartir tiempo a su lado durante su mandato en Chiclayo.
Tenía detalles muy humanos que revelaban su esencia. Por ejemplo, me preguntaba: “Fidel, buenos días, ¿cómo estás? ¿Cómo se ha visto el amanecer? ¿Cómo has dormido? ¿Te funciona bien el termo en tu habitación?”
La puntualidad era una característica sobresaliente; tanto en la oración como en las reuniones era inquebrantable.
Dios le otorgó la misión de ser un misionero en tierras peruanas. Provenía de Estados Unidos, pero su cercanía con la gente lo llevó a obtener la nacionalidad peruana por decisión propia. Hoy lo recordamos con gratitud y cariño, pues su trabajo ha dejado un legado imborrable en nuestras vidas.
Leo XIV y el padre Fidel Purisaca en el distrito de Pacora. Foto: archivo personal
-¿Cómo era la rutina diaria del Papa?
Se despertaba todos los días a las 6 de la mañana, pero si había viajes u otras actividades programadas, no dudaba en levantarse a las 4 o 5 de la mañana. Luego se dirigía a la Capilla de la Catedral, donde rezaba antes de desayunar con nosotros. Su desayuno consistía en un plato de cereales con leche y pasas, acompañado de un jugo o pan con huevos fritos.
Era un gran amante de la comida peruana, especialmente de los platos tradicionales de Chiclayo, que son reconocidos mundialmente. Disfrutaba del niño, del ceviche tollo acompañado de tortita de maíz, y no podía resistirse a un buen tamal o arroz con pato. Además, apreciaba la música criolla y siempre disfrutaba de un buen almuerzo con melodías criollas de fondo.
Al caminar por la calle, se comportaba como un chiclayano más. La gente lo respetaba mucho, sabiendo que era el obispo, y él saludaba de manera muy natural. Monseñor Robert no temía ir al banco, al supermercado, y conducía su propio automóvil, comportándose así como cualquier ciudadano común.
–¿Practicaba algún deporte?
Sí, disfrutaba del tenis. Solía jugar en el Jockey Club de Chiclayo y en la escuela Santa María Reina.
–¿Dónde dormía el Papa cuando era obispo?
Residía en la diócesis, en una habitación en el primer piso. Era una habitación modesta, sin lujos, que contaba con una cama normal, un sillón y una mesa de trabajo.
–¿Cuál anécdota guardas con más cariño sobre él?
En 2019, tuve la suerte de ser vicario de la parroquia de María del Cristo Socorro en Pomalca, que se encuentra a unos 6 km de Chiclayo. Pocos días después de asumir el cargo y comenzar a contemplar la situación de la parroquia, le compartí mis observaciones y preocupaciones.
Luego mencioné que consideraba buscar un apartamento, una casa o ir a vivir con familiares. Con amabilidad me sugirió: «Si enfrentas dificultades y no puedes encontrar una solución, ven a vivir aquí con nosotros en el obispado». Reflexioné sobre su propuesta y, una semana después, decidí mudarme.
Así era el padre Robert: una persona acogedora, que agraciadamente abría las puertas de su casa a quienes lo necesitaban. Este rasgo, junto a su humanidad genuina y virtudes auténticas, lo llevaron a interesarse en la vida de aquellos que más lo necesitaban, siendo especialmente cercano a los más pobres de la comunidad.
-¿Cómo describirías al Papa Leo XIV en una sola frase?
Robert Francis Prevost, sacerdote de la Orden de San Agustín, es un pastor y amigo que se encuentra cada día más cerca del corazón de Cristo y de las personas que más requieren apoyo.
La palabra del actual obispo de Chiclayo
Monseñor Edinson Farfán Córdova, el actual obispo de Chiclayo, se dirigió a los medios de comunicación en una conferencia de prensa, expresando el agradecimiento y la alegría de la comunidad católica chiclayana ante la elección de «uno de los tuyos» como sucesor de San Pedro.
Monseñor Edinson Farfán Córdóva, obispo de Chiclayo. Foto: Joel Alonzo.
/Monseñor respondió a Comercio acerca del impacto que el padre Prevost tuvo en la relación entre los chiclayanos y la religión. «Siempre se sintió como un peruano y su deseo era caminar junto a los pobres. Cuando le pregunté por qué vino a Perú, me dijo que quería caminar con los pobres. ‘Es el pueblo de Dios el que nos evangeliza a través de su fe y simplicidad. Con su humildad, nos muestra el rostro de Dios ‘«, expresó.