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Papa Leo XIV: Testimonios de apoyo para los más pobres que Robert Prevosta en Chiclayo dio | Último | PERÚ

Robert Prevost, ahora conocido como Papa Leo XIV, ha demostrado ser un verdadero líder no solo en sus enseñanzas, sino también en sus acciones. Desde que asumió su papel de obispo en la diócesis de Chiclayo, Perú, ha realizado un esfuerzo constante por llevar el mensaje de caridad a la práctica, fundando comedores sociales en diversas comunidades. Estos lugares se han convertido en un refugio para los más desfavorecidos, permitiendo que aquellos en situaciones de extrema pobreza tengan acceso a alimentos y un sentido de dignidad.

Daría Chávarry, una voluntaria en uno de estos comedores, comparte su perspectiva: «Nos ha dejado mucha enseñanza, especialmente la virtud de la caridad. La comida no debería faltar en ningún hogar del mundo», enfatiza al hablar de las enseñanzas de Prevost.

El voluntario en un comedor social le daría a Chávarry sirve a la avena este sábado, en Chiclayo (Perú). Ella recuerda la atención más necesitada que Monseñor Robert Prevost predicó constantemente en sus homilías. Foto: Efe/ Paolo Aguilar

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En el modesto distrito de San Antonio, donde Prevost desempeñó su labor como obispo durante ocho años, el impacto de su trabajo sigue siendo evidente. Este lugar es testigo de las numerosas iniciativas que emprendió en favor de los más necesitados. «Llegó aquí porque realmente vio la necesidad de la gente», dice Rosa Victoria Ruiz, quien cocina diariamente en uno de los comedores inaugurados por el ahora Papa.

Prevost, antes de la llegada masiva de venezolanos a Perú en 2019, instó a las parroquias de su diócesis a abrir sus puertas y encontrar maneras de ayudar a quienes llegaban sin recursos al país andino.

Tenía la visión de establecer un comedor social en un lugar estratégico del distrito, pero también se comprometió a implementar esta idea en otras comunidades del área. «La llegada de muchos migrantes venezolanos fue conmovedora. La situación de muchos era desesperante; se encontraban en las calles sin comida ni refugio», relata Rosa, recordando el día del estreno del comedor, el 19 de julio de 2019.

La voluntaria Rosa Victoria Ruiz, quien recuerda a Leo XIV ayudando a los más necesitados. Foto: Efe/ Paolo Aguilar

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Esta fecha se ha grabado en el corazón de la comunidad local, así como las fotografías en la pared que reflejan ese emotivo momento. El comedor, rodeado de tierra, fue especialmente preparado para la llegada del obispo, aunque el clima provocó barro. Sin embargo, Prevost no se dejó desanimar y se unió a los migrantes para compartir una comida sencilla de arroz, ensalada y pollo.

“Él vino, compartió con nosotros y se convirtió en uno más. No era el obispo, era uno más de nosotros. Este momento me llena de orgullo. Quiero llorar de la emoción porque tengo un Papa que conozco y con quien he compartido”, expresa un voluntario con lágrimas en los ojos.

En este pequeño comedor, con solo tres estufas y ollas grandes, se llegaban a servir 150 raciones diarias para los migrantes venezolanos. Aunque la necesidad ha disminuido, alrededor de 50 personas, tanto venezolanos como peruanos, siguen recibiendo comida diariamente.

Lizbeth Díaz, junto con el entonces obispo Robert Prevost y una bandera venezolana.

Los sábados, este comedor no ofrece almuerzos, sino desayunos. Mientras Carlos, un usuario habitual, disfruta de un tazón de avena, recuerda cómo el Papa le bendijo una imagen religiosa que ahora atesora con cariño.

“Dios nos ha bendecido con nuestro Papa, quien demuestra humildad y simplicidad. Siempre está al lado de sus hermanos que más necesitan. Esa era su prioridad: los migrantes y los pobres en situaciones extremas”, concluye Rosa.

La emoción y la alegría palpable de las personas como Rosa, Daría y muchos beneficiarios de estos servicios que fueron inaugurados por Leo XIV es difícil de encapsular. El día en que se enteraron de que Prevost sería el nuevo Papa, la comunidad se llenó de amor y gratitud. “Estábamos a punto de servir el almuerzo cuando recibimos la noticia. Lloramos, nos abrazamos; fue una emoción indescriptible”, recuerda un voluntario veterano.